Papel de Arbol

lunes, 22 de mayo de 2017

LOS CANTOS MATUTINOS por David Flores Vásquez

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David Flores Vásquez,
Jurista, músico, director de la Lira Huaylina
https://www.youtube.com/watch?v=_iL1TBpWZ5s
Para todos hay mañana, una de las canciones más difundidas de La Lira Huaylina.
Tenía hasta hace poco en casa una planta de papaya que brotó por casualidad al borde de mi pequeño jardín, de alguna semilla perdida. Fue una planta generosa por cuanto fructificó incansablemente brindándonos sabrosos e inigualables frutos.

Como todo en la vida un buen día, no cansada por los años sino agobiada por el peso de unos cuarenta grandes frutos en lo más alto de su copa, que se apretujaban entre ellos, se dobló irremediablemente y tronchó su tallo por la mitad.

Tuve un dolor muy grande al contemplarla herida de muerte y con los frutos verdes desperdigados por el suelo. Los daños causados con su caída siendo fuertes no me hirieron tanto como su casi inexorable final.

Terca mi planta, al fin y al cabo, ramificó tímidamente y en lo que le quedaba de estatura fructificó nuevamente con otros regalos, pero más pequeños que los anteriores. No obstante sirvió de pronto de refugio a un hermoso cardenal de un rojo intenso especialmente en la cresta, que todas las tardes, al promediar las 6.30 p.m., se posaba primero en la reja, cantaba de rato en rato y de pronto se escabullía entre las hojas hasta el día siguiente. Muy de mañana, antes de las cinco, trinaba dulcemente para abandonar el nido y perderse en el día y volver al anochecer. Más de una vez lo vi acompañado, pues una avecilla respondía a sus cantos del atardecer y parece que antes de buscar su abrigo nocturno se despedía de ella gorjeando dulcemente a su lado.

La necesidad de reemplazar el techo destruido por la caída de mi querida planta obligó a eliminarla de raíz. Por alguna razón sentí un dolor profundo como si algo muy importante me fuera arrebatado. Y, no obstante, en verdad, no pensé en el infeliz pajarillo que venía a verme todas las tardes y cantaba muy de mañana. Seguramente que ese día, al no encontrar el árbol en donde pernoctaba, se fue tan triste como yo en busca de nueva posada dejándome recuerdos de su canto y de su color, pero en esta vez en gotas de sangre. 

Desde entonces, muy a lo lejos escucho un canto que no se si será del mismo. En todo caso me gustaría que sepa que yo lo llevo en el corazón y que mentalmente sigo escuchando siempre sus cantos matutinos.