Papel de Arbol

domingo, 19 de febrero de 2017

PAPELDEARBOL: El lugar del trumpismo en la historia

PAPELDEARBOL: El lugar del trumpismo en la historia: OPINIÓN de Daniel Tanuro .-  Trump tiene un proyecto: dirigir Estados Unidos como una empresa, transformarla en una fortaleza del “capi...

El lugar del trumpismo en la historia


OPINIÓN de Daniel Tanuro.- 
Trump tiene un proyecto: dirigir Estados Unidos como una empresa, transformarla en una fortaleza del “capitalismo judeocristiano”, reestructurarla a lo bestia, después darle la hegemonía mundial sin compartir. Acoso del personal, brutalidad con los opositores, negación de los perjuicios medioambientales…; simplemente un corta y pega del nivel de sus negocios aplicado a la sociedad. Millonario populista inculto, nacionalista, racista, sexista, homófobo, islamófobo, antisemita, Trump ambiciona remodelar la sociedad de USA y el mapa del mundo a martillazos, despreciando lo que existe y destrozando lo que se resiste.

Diversas fracciones de la clase dominante siguen los antojos del nuevo presidente con inquietud. ¿Podrán encarrilarlo? ¿Tendrán que deshacerse de él? Las dos opciones están abiertas. Pero no se puede descartar una tercera: que el pirómano, en una huida hacia adelante, incline el mundo hacia una pesadilla de guerra y desastre climático. Porque Trump no ha caído del cielo, es el resultado de las contradicciones capitalistas inextricables que la gobernanza neoliberal domina cada vez con más dificultades y que fragilizan hasta el extremo las superestructuras políticas en un mundo en crisis de hegemonía. En estas circunstancias, la autonomía relativa de lo político así como la de los individuos tiende a aumentar. El poder fuerte se convierte en tendencia. No solo entre el proteccionista Trump, también entre sus competidores mundiales de Europa y Asia. La amenaza es global, la respuesta social debe estar a su altura.

Aprehender la significación del trumpismo implica tener perspectiva de las contradicciones del capital y su evolución, de dónde viene la situación actual. Así estaremos en mejor situación para comprender que la elección de Trump para la presidencia de Estados Unidos no es un accidente en el camino sino el síntoma de algo más profundo que puede marcar el inicio de una nueva era.

Una de las características más significativas del capitalismo es la creciente contradicción entre la racionalidad parcial de las empresas y la irracionalidad global del sistema. Las empresas -especialmente, las grandes- colocan la ciencia más moderna al servicio del beneficio para organizar rigurosamente el trabajo y planificar las inversiones. Por el contrario, la economía y la sociedad en su conjunto se desarrollan sin plan, de una manera caótica según las presiones y el azar del mercado.

Esta contradicción es el resultado de la naturaleza misma del modo de producción capitalista. Por una parte, las decisiones sobre qué debe ser producido, cómo, por qué, por quién, en qué cantidad, son tomadas por capitalistas competidores en función del único objetivo del beneficio. Para sobrevivir, cada capitalista está obligado a no dejar nada al azar. Por otra parte, la socialización de la producción se hace a ciegas. El interés general solo se define en el vacío: en la forma como se pliegan la sociedad y el medioambiente paso a paso al imperativo de la producción del máximo beneficio.

Un giro crucial para Estados Unidos, un momento de transición para el mundo

Una función clave de las superestructuras políticas y del Estado es disimular esta realidad para asegurar al modo de producción la legitimidad social sin la que no podría sobrevivir. Sin embargo, la ideología neoliberal y la forma de desregulación que provoca, en adelante están bien lejos de asumir esa tarea. Sobre todo, en Estados Unidos. El rescate de los bancos durante la crisis de 2007-8 constituye a este respecto, un punto de inflexión. La idea de que el sistema tal como es, funciona en interés general, saltó por los aires. A eso se añade el fiasco de la guerra de Irak -fomentada a golpe de mentiras sobre las “armas de destrucción masiva” -que da argumentos a los partidarios del aislamiento estadounidense. La desestabilización es profunda, la crisis de los dos grandes partidos burgueses lo atestigua El problema del (régimen del) capitalismo está planteada. En la izquierda, esta desestabilización generó los movimientos Occupy, Black Lives Matter, el Movimiento por los 15 dólares y la campaña de Sanders así como una movilización de las mujeres que encontró una de sus expresiones en la Marcha del 21 de enero. En la derecha, produjo el Tea Party y después a Trump que prolonga, radicaliza y sobrepasa al Tea Party. Su victoria supone un gran giro.

Visto el peso decisivo de Estados Unidos en todos los ámbitos, podemos aventurar la hipótesis de que estamos en un momento de transición de la historia mundial comparable a los de las crisis del siglo XX. Un giro importante, más profundo que el que fue impulsado por Thatcher (1979) y Reagan (1980). En efecto, lo que se ha tambaleado no es solamente el orden neoliberal instaurado desde la década de los 80 del siglo pasado, sino el equilibrio de las relaciones entre las potencias, el sistema de hegemonías tal como se creó y evolucionó después de la Segunda Guerra Mundial. Es necesario intentar tomar la medida de esto. Recordando de qué es capaz el capitalismo...

De la carnicería de 1914-18 a la obsesión por la estabilidad

Cuanto más se desarrolla la racionalidad parcial del capital, más aumenta la irracionalidad global del sistema y se hace amenazadora. Se expresa por la crisis periódica de superproducción y sobreacumulación y, si es necesario, por la guerra. Pues la guerra capitalista no es más que la continuación de la competencia por otros medios por parafrasear a Clausewitz. Como la crisis, la guerra tiene su lugar en la racionalidad parcial del capital: forma extrema de la “destrucción creadora” querida por Schumpeter, elimina las fuerzas productivas excedentarias, favorece la innovación tecnológica y abre nuevos campos a la revalorización del capital.

A lo largo del siglo XX, la irracionalidad global se manifestó por primera vez en toda su amplitud bajo la forma de la carnicería de 1914-1918. La Revolución Rusa de 1917 abrió una brecha pero quedó aislada de suerte que la loca carrera productivista del capital se expandió sin control por todo el planeta. Conocemos la continuación: la racionalidad parcial de los capitales en lucha desemboca en la crisis de 1929. A continuación vino el triunfo del nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la Shoah y las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.... Como lo señalaba Ernest Mandel, los Treinta Gloriosos de la posguerra fueron posibles por la amplitud de las destrucción que les precedió /1.

En la segunda mitad de siglo, la posibilidad de que el sistema se incline hacia autodestrucción comienza a espantar incluso a sus propios representantes políticos. En un momento, algunos sopesaron terminar militarmente con el “campo socialista” (que ya no tenía nada de “socialista” pero seguía fuera de las inversiones capitalistas)... Sin embargo, a fin de cuentas, se adoptó otra vía. Bajo la batuta de la superpotencia estadounidense y gracias al largo periodo de expansión de las posguerra, el capitalismo se dotó de instituciones políticas y económicas para intentar impedir un nuevo derrape hacia la barbarie generalizada. La estabilidad del mundo se convirtió en una obsesión. El clima burocrático del poder en la URSS la compartía, a partir de sus intereses específicos: fue la “coexistencia pacífica”.

Después del derrumbe del Bloque del Este y el restablecimiento del capitalismo en China, los dirigentes rusos y chinos se integraron entre los jefes capitalistas que defienden su parte del pastel colaborando con al estabilidad. El neoliberalismo lanzado por Thatcher y Reagan más de diez años antes había suministrado la biblia común y los medios de comunicación repitieron sin parar la fórmula de Fukuyama sobre el “fin de la historia”. Se trataba de olvidar que el capitalismo es incapaz de atajar de forma duradera sus contradicciones. En 2007 estallaba la crisis financiera mostrando que la racionalidad parcial de los capitales no había dejado de acumular material explosivo en sus entrañas. Al contrario, lo acumulaba más que nunca.

El agotamiento de un sistema

Hoy lo podemos medir. En la estela de 2008, el mundo fue sacudido por las revoluciones (y contrarrevoluciones) árabes así como por la crisis de la Unión Europea -con el estrangulamiento de Grecia, después el Brexit. Mientras tanto, la guerra intercapitalista ya no era solo comercial: el imperialismo de USA había relanzado la guerra a secas, en Afganistán y en Irak. Estas guerras locales implicaban un desafío global: mantener el control de Oriente medio, lugar estratégico de la hegemonía de USA sobre el planeta. El resultado, lo sabemos, ha sido el contrario: Irak en ruinas fue el terreno abonado para el Estado Islámico; toda la zona está desestabilizada hoy con la amenaza de una conflagración regional generalizada... En este caso, las consecuencias son planetarias: la Unión Europea se juega su supervivencia en la “crisis de refugiados”, el gendarme estadounidense no consigue recuperar su capacidad de intervención, China y Rusia se aprovechan de la situación para adelantar sus peones sobre el tablero capitalista mundial.

El cuadro está pintado a trazos gruesos para que aparezca el aumento de las contradicciones del sistema y la gobernanza neoliberal global. Especie de mecanismo despótico de construcción de consenso bajo la presión de maximización del beneficio capitalista, esta gobernanza permitió evitar o mitigar las crisis, pero sus dispositivos, cada vez más numerosos y opacos solo consigue prorrogar los plazos sin resolver nada. Siguen desarrollándose las tensiones objetivas porque cada vez es más difícil para el capitalismo compensar la baja tasa de beneficio por el crecimiento de su masa como lo explica François Chesnais /2. Simultáneamente, la dificultad objetiva de controlar estas tensiones aumenta porque los partidos en el poder juegan a no ser más que los ejecutores de un monstruo tecnocrático que han creado para someterse a sus reglas.

Es ahí donde estamos: este régimen alcanza sus límites. Alimenta la crisis de lo político que se convierte en un boomerang contra los gobernantes y en un elemento importante del caos. En el fondo de este fenómeno, está el hecho de que las instituciones de la democracia parlamentaria burguesa están ampliamente vaciadas de su contenido. Esta realidad es especialmente insoportable para los burgueses y los pequeños burgueses que, por un lado, no pueden imaginarse el fin del capitalismo y por otro, no tienen sitio en los centros de poder mundial donde el liberalismo intenta gestionar sus contradicciones (“el partido Davos” como dice Steve Bannon). Trabajadores (blancos y varones sobre todo) pueden ser engañados pero el trumpismo expresa antes que nada, una revuelta reaccionaria de las capas pequeño burguesas y burguesas medias, enfadadas contra la gobernanza neoliberal globalizada que les ha desposeído de su poder político /3.

Volver a llevar a USA Inc. al regazo del buen capitalismo de antaño

Marx ironizaba de buena gana sobre el hecho de que la sociedad capitalista anda de espaldas a la realidad. Es el caso de Trump y sus partidarios. En el universo mental de estas gentes, la falsa racionalidad parcial que es la causa del caos se ha convertido en el medio para acabar con el caos. Así que mientras que el frenesí del beneficio del capitalismo es el responsable último de la crisis social, incluyendo la crisis política, los “capitanes de la industria” son vistos como salvadores capaces de liberar la sociedad de la injerencia de los políticos, de los burócratas y del mal capitalismo de amiguetes (financiero, cosmopolita, sin fe (el “crony capitalism” según Bannon) que echa a perder el buen capitalismo de antaño /4. Para resolver los problemas, sería “suficiente” que un jefe restableciera el orden, liberase a las empresas y a los ciudadanos de las “cargas” que los asfixian y restaure el dominio del Occidente cristiano.

Trump lleva esta lógica hasta la caricatura. Con su equipo de millonarios santurrones y de generales llenos de galones, al nuevo inquilino de la Casa Blanca se le ha metido en la cabeza dirigir Estados Unidos férreamente como una gran empresa. Es fácil convertir el personaje en alguien ridículo pero sería peligroso subestimarlo. Porque Trump tiene un proyecto que consiste, por decirlo de alguna manera, en reestructurar radicalmente la multinacional USA Inc. Sabe que el grupo es aún dominante pero está a punto de perder su posición de líder mundial. En su mentalidad, hay que golpear rápido y fuerte.

¿Qué hace un empresario que llega a la cúspide de una empresa en semejante situación? Rápidamente da muestras claras de su determinación, se desprende de actividades que no son (suficientemente) rentables, siembra el miedo, despide personal (en primer lugar, mujeres y emigrantes), centra su grupo en su núcleo empresarial, aumenta los ritmos de trabajo, echa una bronca a sus directivos de sucursales (¡así ha tratado al Presidente de México y al Primer Ministro australiano!) y establece nuevas alianzas estratégicas para preparar el enfrentamiento con sus principales enemigos. El paralelismo con los primeros pasos de la nueva presidencia es bastante claro.

Hegemonía, guerra santa en el exterior y reacción en el interior

Lo que hace extremadamente peligroso potencial a Trump es la crisis de hegemonía, dicho con otras palabras, la ausencia de cualquier potencia -o de una relación estable entre potencias- para establecer reglas, trazar las líneas que no se pueden franquear entre fuerzas imperialistas o “campos opuestos”. Durante la crisis de los misiles en Cuba (1962), el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear. Extrayendo la lección de aquel acontecimiento, Moscú y Washington establecieron una línea directa entre el Kremlin y la Casa Blanca: el “teléfono rojo”. Hoy no hay nada semejante entre China, Rusia y Estados Unidos. Esto sin recordar los primeros años del siglo XX, cuando el declive del Reino Unido y el ascenso de Alemania desembocaron en la Primera Guerra Mundial. No se puede excluir que el aumento de las tensiones genere en el futuro una situación en la que bastaría una chispa para encender la mecha. En el mar de China del Sur o en otras partes...

Aparentemente, lo esencial para Trump es la lucha contra el ascenso del poder de la China capitalista, única rival capaz de amenazar un día la hegemonía de unos Estados Unidos declinantes. En el plano geoestratégico, hay que separar Moscú de Pekín y por eso dar una zanahoria a Putin: por ejemplo, una parte de lo que Rusia considera su “espacio vital” en Europa Central y en Medio Oriente (Siria)... De esta alianza con el Kremlin, además, Trump espera una colaboración en la guerra santa contra el islamismo que es su otra obsesión. De golpe, las declaraciones sobre la “obsolescencia” de la OTAN y en favor del Brexit son menos absurdas de lo que parecían y solo los ingenuos podían creer que la llamada telefónica a la dirigente de Formosa era un error debido a la inexperiencia.

También en el plano interior, hay una lógica: el racismo, la homofobia, el sexismo, la islamofobia, el muro en la frontera de México, el apoyo a los “pro-vida”, el “veto a la entrada de musulmanes”, etc., no apuntan solo a sembrar la división en el mundo del trabajo señalando a los chivos expiatorios sino a preparar los ataques de regresión social (especialmente, contra el Obamacare). Estos temas también tienen la función de unir fuerzas y redes reaccionarias blancas, cuyo apoyo militante le será muy necesario a Trump para afrontar la resistencia social, incluso en el seno de su propia clase.

Ocultad esta crisis climática que yo no puedo ver

En esta amalgama, el negacionismo climático ocupa un lugar específico del que hay que decir dos palabras. De entrada, se ha señalado que la contradicción entre racionalidad parcial e irracionalidad global tiende a profundizarse a medida que se desarrolla el capitalismo. Esta profundización no es solo cuantitativa: aparecen nuevos problemas. La crisis ecológica juega aquí un papel clave, especialmente, el desafío climático. De hecho, las medidas que hay que tomar han sido pospuestas tanto tiempo que es casi imposible parar el peligro seriamente sin cuestionar la lógica de acumulación capitalista.

La hoja de ruta de la gobernanza global integra a partir de ahora objetivos de “desarrollo duradero” y de “internacionalización de los perjuicios o beneficios”. Pero ni los millares de páginas dedicadas a los beneficios de una “economía verde” ni los acuerdos penosamente negociados en las cumbres internacionales disuaden al capital de quemar masivamente combustibles fósiles. El calentamiento continua sin control, amenaza a la humanidad con una mega catástrofe irreversible, de una amplitud inimaginable: ¿quién se puede imaginar las consecuencias de una subida de doce metros del nivel de los océanos?

En un momento de lucidez, Nicholas Stern había escrito que “el cambio climático es el fracaso más grave de la economía de mercado” /5. Esta confesión se enterró rápidamente: demasiado explosiva. No es casualidad: de forma general, los capitalistas, sus ideólogos y sus representantes políticos son literalmente incapaces de comprender que la irracionalidad global se desarrolla a partir de la racionalidad parcial del capital. Su posición de clase se lo impide. Deberían admitir que la racionalidad del capital es una falsa racionalidad que arrastra a la humanidad hacia el abismo, una mistificación de la que hay que desprenderse urgentemente. No quieren esta conclusión a ningún precio.

Sin embargo, el cambio climático es el colmo de la irracionalidad global. Realmente, se puede imaginar una locura más completa que esta: una sociedad de alto cientificismo que tiene los medios para actuar sabe casi con certitud que su dinámica de acumulación amenaza la destrucción de centenares de millones de gente y de innumerables riquezas naturales pero no hace en serio nada más que declaración de intenciones... Para Trump y Cia, esta contradicción es demasiado. Incapaces de hacerle frente, eligen simplemente negar su fundamento y meten los acuerdos internacionales en la bolsa de desperdicios de la globalización. Es así como el negacionismo climático es expulsado del debate público por la puerta de la ciencia y vuelve a entrar por la ventana de la política.

Un proyecto reaccionario global

El proyecto de Trump es global y supone una amenaza global. Es el proyecto reaccionario de un capitalismo delincuente, brutal y muy autoritario salido directamente de la cabeza de un empresario nacionalista que echa pestes contra todas las obligaciones: las “cargas sociales”, los sindicatos, la competencia, “el papeleo”, la prensa, los ecologistas, las reglas de la “buena gobernanza”... Un patrón que frente a estos desafíos, busca dividir a los trabajadores mediante ataques racistas y sexistas.

Este proyecto debe ser combatido como tal. En todos sus aspectos, sin ninguna ambigüedad. Esta afirmación no es unánime en la izquierda. Tres ejemplos:
Una parte de los dirigentes sindicales estadounidenses esperan que el proteccionismo relance el empleo en Estados Unidos. Como dice Lance Selfa, “ Estos dirigentes sindicales ofrecen a Trump la cobertura que necesita para cubrir su programa económico con un color “populista” y favorable a los trabajadores”. “Dan una capa de legitimidad a una administración cuya intención es atacar a sectores enteros de la clase trabajadora, incluyendo a emigrantes y sin papeles” /6.
El hecho de que Trump se alegre del Brexit no lo convierte en un “aliado objetivo” de la izquierda opuesta a la Unión Europea como algunos “soberanistas de izquierda” parecen pensar. La izquierda combate la Unión Europea desde una perspectiva anticapitalista por tanto, internacionalista. No tiene nada que ver ni de cerca ni de lejos, con el campo de los Trump, Farage, Le Pen y Cia.
En el mismo orden de ideas, la izquierda no tiene de qué alegrarse cuando Trump habla de la obsolescencia de la OTAN. Combatimos a la OTAN porque rechazamos la guerra y el militarismo. Nuestro objetivo no puede ser crear “otro dispositivo de seguridad europea integrando a Moscú”. Semejante dispositivo aumentaría la influencia de la principal fuerza reaccionaria del continente -Rusia- y dejaría las manos libres a USA para un conflicto con China.... ¿Alguien dice “pacifismo”?

Ciertamente, el trumpismo no es un nazismo pero el uso sistemático de la mentira, el nacionalismo y la movilización reaccionaria de los pequeños burgueses encolerizados recuerdan la década de 1930. Además, ¿ cómo no relacionar “ America first” (NT. América primero) con “ Deutschland über alles” (NT “Alemania por encima de todo”). “Soy el candidato de la ley y del orden” ha martilleado Trump durante su campaña electoral. Y ahí está en la Casa Blanca y reclama abiertamente el uso de la tortura, da la orden de publicar semanalmente una lista de los delitos cometidos por extranjeros y ataca a los periodistas en nombre de los “hechos alternativos”... Sería peligroso dejar que la indignación y la vigilancia decaigan apostando en el hecho de que la mayoría de la clase dominante estadounidense no apoya estos caprichos.

Autonomía relativa de lo político, papel de los individuos en la historia

Los grandes medios de comunicación se han dado prisa en decir que el nuevo presidente debería necesariamente de “rebajar su tono”. Es verdad que su equipo parecía dividido y heteróclito: el perdonavidas populista de Wall Street, Steve Bannon, se codea con Gary Cohn, número dos de Goldman Sach, que dirigirá el Consejo Económico. Sin embargo, a lo largo de su primera semana, Trump ha concretado a rienda suelta la mayoría de sus promesas populistas.

No es seguro que pueda continuar. Por una parte, a la jerarquía militar -cuya estrategia imperialista es muy constante desde Bush- no le gusta ver a Bannon suplantarle en el Consejo Nacional de Seguridad. Por otra parte, círculos muy influyentes del gran capital estadounidense son contrarios a Trump especialmente respecto a cuatro puntos vinculados entre sí: la política internacional, el proteccionismo, los migrantes y la reforma fiscal. Si Trump no es “reorientado” sobre estas cuestiones, una parte de la burguesía USA podría querer desembarazarse de él como la burguesía británica se desembarazó de Thatcher en 1990 (en la época de la poll tax). Porque es la clase dirigente -no los individuos- quien dirige en última instancia.

En apoyo de esta tesis, se pueden citar las reacciones capitalistas al “Muslim ban” -prohibición de entrada en Estados Unidos a los procedentes de siete países de Oriente Medio. Efectivamente, un gran número de empresarios de empresas clave (Facebook, Google, Starbuck, Goldman Sachs, Citigroup, Mastercard, Ford, Coca-Cola, Amazon...) han criticado esta prohibición abiertamente, a veces, duramente. Algunos (Uber, Syft) lo han hecho por temor a un boicot de los consumidores pero el fondo del asunto es que el nacionalismo blanco de Trump tiene un completo desfase a todos los niveles en relación al cosmopolitismo del personal de los grandes grupos tecnológicos /7.

Sin embargo, la partida es más compleja. Por una parte, el capital está dividido: los importadores (Walmart) se oponen al proyecto de aranceles aduaneros pero los exportadores (Boeing, General Electric) son favorables. Por otra parte, la “base trumpista” también se moviliza:, el lunes, 30 de enero, en reacción a las declaraciones del CEO de Starbuck contra el “Muslim ban”, #BoycottStarbucks era el hashtag más popular en Twitter en los Estados Unidos /8...

Afirmar que la clase dirigente dirige “en última instancia” -esas tres palabritas son importantes- significa que hay una doble autonomía relativa: de la espera política respecto a la esfera económica y de los individuos respecto a la esfera política /9. La nominación de Trump en las primarias republicanas, después su elección para la Casa Blanca muestran que esta autonomía es muy real. Los observadores que habían pronosticado que el magnate sería vencido porque Wall Street no lo quería, se equivocaron.

El montaje como método político

La comparación no significa razón pero el gran capital alemán puso en el poder a Hitler para que derrotara al movimiento obrero no para que la arrastrara a la Segunda Guerra Mundial y a la Soah. Sin embargo, él había previsto hacerlo y lo hizo... engañando a sus interlocutores respecto a sus intenciones, después instaurando su dictadura... ¿Y qué hicieron los magnates Thyssen, Krupp, IG Farben, Allianz y otros florones de la economía alemana? Se acomodaron a la situación y se aprovecharon de la”destrucción creadora”.

No hay que hacerse ninguna ilusión y hay que recordar que es la dictadura -y no la democracia- la que es inherente al sistema capitalista. Es cotidiana en las relaciones de trabajo en el seno de las empresas y en el “mercado de trabajo”. El movimiento obrero conquistó mediante la lucha sus derechos democráticos pero estos son cuestionados en cuanto la clase dominante siente su poder amenazado. Era verdad en los años treinta del siglo XX y sigue siendo verdad hoy. Trump inquieta algunos sectores de los propietarios pero al mismo tiempo, responde a su manera, a una “demanda” capitalista pues la profundización de las políticas de austeridad necesita un poder fuerte. Que sea bajo una forma populista o bajo la forma neoliberal, la tendencia autoritaria se afirma por todas partes: Erdogan, Putin, Junker, Xi Jiping, Fillon...

El “Muslim ban”, un primer ensayo

Donald Trump no es un político burgués cualquiera. Es un mentiroso sin escrúpulos y un manipulador, a la altura de Hitler, de Napoleón III y de otras figuras de la misma calaña. Sin embargo, en los periodos de crisis política y confusión, en los que la misma burguesía está profundamente dividida, los personajes de este tipo son capaces de montajes para generar el pretexto de su dictadura -como lo hizo Hitler con el incendio del Reichstag. A los ojos de la burguesía, el nacional populismo racista, señalando chivos expiatorios, puede facilitar la instauración de un régimen autoritario. Si no encuentra una resistencia social suficiente, la mayoría de la patronal puede sumarse o dejar hacer.

Analizando en detalle la orden ejecutiva del “Muslim ban”, Laleh Khalili estima que ha sido concebido deliberadamente para crear la incertidumbre y la arbitrariedad necesarias para el ejercicio del poder mediante los hechos /10. Además, la autora llama la atención sobre el hecho de que esta orden ejecutiva de Trump ha sido aplicada inmediatamente y con celo por funcionarios de la administración de fronteras, un medio muy favorable al nuevo presidente. Nos podemos preguntar cómo hubiera evolucionado el asunto sin la resistencia social antirracista espontánea y masiva.

La crisis de los partidos estadounidenses, especialmente la del Partido republicano, crea un contexto favorable a la “estrategia del shock” y solo podemos seguir a Laleh Khalili cuando señala que “este método conviene perfectamente al estilo autoritario de Trump y sus consejeros”. El principal de ellos, Steve Bannon, es un estratega de extrema derecha, fundamentalista cristiano que ambiciona destruir el establishment estadounidense para instaurar una dictadura que haga la guerra al Islam y a China. Una vez que individuos de este estilo se apoderan del poder político, no se puede excluir que efectivamente, lleguen a forzar el futuro dentro de ciertos límites.

Un potencial de barbarie sin precedentes

Las consecuencias serían temibles. En el plano socio-político sin duda. Pero también en el plano medioambiental con repercusiones sociales y sanitarias importantes. A propósito de esto, hay que leer la transcripción de la audiencia delante de la comisión del Senado de Scott Pruitt a quien Trump designó para dirigir la Agencia de Protección del Medioambiente: Pruitt miente descaradamente pero no llega a esconder que ambiciona desmantelar no solamente la política climática (muy insuficiente) sino también la legislación clave sobre la regulación de las emisiones de plomo, de mercurio, etc /11.

Jeremy Legget cree que la capacidad de perjuicio de Trump en el dossier climático es limitada porque la transición energética capitalista es irreversible /12. En efecto, sin duda es irreversible dado que la caída de los precios de la electricidad de origen renovable condena a la de los fósiles en los próximos años. Pero por una parte, esta transición capitalista no salvará el clima pues no respeta las obligaciones en términos de reducción de emisiones, ni los plazos de esta /13. Por otra parte, como el mismo Legget admite, la política internacional de Trump podría, por una huida hacia adelante en la guerra, crear una situación de hecho en la que la clase dominante de USA estaría obligada, lo quiera o no, a mandar la lucha contra el calentamiento a la enésima fila de las prioridades...

Dado que estamos en el filo de la navaja, el resultado sería terrible y probablemente, irreversible. Desde ese punto de vista, el potencial de barbarie de Trump sobrepasa todo de lo que el capitalismo se ha mostrado capaz en el pasado. Como escribe François Chenais (op.cit.): Que el capitalismo encuentre límites que no puede franquear, de ninguna manera significa el fin de la dominación política y social de la burguesía, aún menos su muerte pero abre la perspectiva de que arrastre la humanidad a la barbarie.

Nada está determinado, todo depende de la lucha

Una conocida expresión inglesa afirma que “ Every cloud has its silver ligning” (toda nube tiene su ribete de plata). La incapacidad de la gobernanza neoliberal frente a la creciente irracionalidad global no solo se manifiesta en la derecha, en el trumpismo. Se expresa también en la izquierda en la gran radicalización visibilizada por el movimiento Occupy, después por la campaña de Bernie Sanders para la investidura demócrata. La elección de Trump refuerza espectacularmente esta polarización.

Las personas explotadas y oprimidas han reaccionado inmediatamente mediante movilizaciones masivas y muy espontáneas. Una semana después de la gigantesca Marcha de las Mujeres del 21 de febrero, centenares de miles de personas han pasado a la acción contra el “Muslim ban”. Seguirán otras luchas. Ya, la llamada a una Marcha Popular por el Clima el 29 de abril tiene todas las posibilidades de sobrepasar en número la gran manifestación del “clima” que reunió 300 000 personas en Nueva York en 2014.

En esta lucha no hay que esperar nada de los políticos demócratas. Bernie Sanders los asustaba mucho más que Trump. Hablan de democracia pero encarnan una política neoliberal agotada y cada vez más autoritaria. La única estrategia realista consiste en desarrollar movilizaciones y hacerlas converger intentando orientarlas en un sentido anticapitalista. Pues se trata de extraer la lección del éxito de Bernie Sanders en las primarias demócratas: solo oponiendo a una racionalidad ecosocialista -la racionalidad de la satisfacción de las necesidades humanas reales, democráticamente definidas en el respeto al medioambiente- a la falsa racionalidad parcial del capital, es posible impedir el paso a Trump.

A la gente explotada y oprimida de todo el mundo le interesa manifestar la solidaridad más amplia y más activa posible con las movilizaciones de Estados Unidos. Además, no se trata de solidaridad sino de un combate común. Pues el interés común de las personas explotadas y oprimidas del mundo entero es combatir a Trump. Su derrota será la de todos los déspotas -o candidatos a déspotas- que juegan al nacionalismo o al populismo para oprimir a la gente.

La prueba de fuerza que se juega en Estados Unidos es de alcance planetario. Si el trumpismo es combatido o se debe “abandonar” bajo la presión de la calle, esta victoria animará por todas partes la contraofensiva de los pueblos. Por el contrario, si él gana, habrá que empezar a temer seriamente el riesgo de una Tercera Guerra Mundial.

7/02/2017

Gracias a Dan La Botz y a Charles-André Udry por sus comentarios (D.T.)

Notas:

1/ Ernest Mandel, “Las ondas largas del desarrollo capitalista. Una interpretación marxista” Siglo XXI, 1986.

2/ Leer François Chesnais, “Le capitalisme a-t-il rencontré des limites infranchissables?” ,http://alencontre.org/laune/le-capitalisme-a-t-il-rencontre-des-limites-infranchissables.html

3/ Kim Moody, “Who Put Trump in the White House?”, Against The Current, jan-feb 2017.

4/ Bannon expuso su visión estratégica en una conferencia impartida en 2014 en los locales del Vaticano (¡!) La lectura de ese texto es esencial. http://www.dignitatishumanae.com/index.php/this-is-how-steve-bannon-sees-the-entire-world/

5/ Stern Review, The Economics of Climate Change, 2006.

6/ Leer Lance Selfa, “Qu’est-ce que signifie ‘rendre l’Amérique à nouveau grande’?” http://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/etats-unis-quest-ce-que-signifie-rendre-lamerique-a-nouveau-grande.html

7/Dan La Botz, “Trump Makes Early Enemies”, http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?article4854

8/ Financial Times, 31 enero. https://www.ft.com/content/315f7568-e6fe-11e6-893c-082c54a7f539

9/ Sobre el papel de los individuos en la historia, leer a Ernest Mandel, “Les individus et les classes sociales: le cas de la Seconde guerre mondiale” http://www.ernestmandel.org/new/ecrits/article/les-individus-et-les-classes

10/ Laleh Khalili, “With Muslim Ban, Trump and Bannon Wanted Chaos, but Not Resistance” http://www.truth-out.org/news/item/39298-sowing-mayhem-to-reap-power-the-sinister-strategy-behind-trump-s-muslim-ban

11/ https://www.nrdc.org/experts/john-walke/trump-epa-nominee-answers-senators-contempt-and-extremism?utm_source=tw&utm_medium=tweet&utm_campaign=socialmedia

12/ Jeremy Legget, «State of The Transition, December 2016”, http://www.jeremyleggett.net/2017/01/state-of-the-transition-december-2016-as-fossil-fuel-diehards-take-over-the-white-house-the-evidence-of-a-fast-moving-global-energy-transition-has-never-been-clearer/

13/ Sobre el posible impacto de las medidas clima-negacionistas que tomaría Trump, leer a D. Tanuro, “Empêchons Trump de commettre un crime climatique” http://www.lcr-lagauche.org/empechons-trump-de-commettre-un-crime-climatique-contre-lhumanite-et-lenvironnement/

Traducción: VIENTO SUR