Papel de Arbol

miércoles, 24 de febrero de 2016

Grandes cadenas comerciales comienzan a cerrar, según Los Andes de Puno

El mercado monopolico destruye la capacidad  creadora del Altiplano


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Escribe: Jorge Zavaleta Alegre | Opinión - 22 feb 2016

El marco macroeconómico de América Latina desestabiliza las cadenas comerciales. Empieza en Colombia, pasará por Lima y sus ciudades principales, y llegará a Santiago de Chile, donde diseñaron un modelo de empresa sobre columnas muy endebles.

Colombia acaba de anunciar el retiro de dos grandes cadenas comerciales creadas en Santiago de Chile, hecho que tiene que ver con la saturación de los mercados locales, donde el consumidor no cuenta con recursos para la renovación sistemática de prendas de vestir, artefactos eléctricos y productos suntuarios para una economía regional, donde la realidad es profunda e inequitativa en la distribución social del PBI.

La Polar también. El caso de Ripley no es el único ocurrido recientemente con una tienda por departamentos de origen chileno. Producto de los malos resultados en el país, los directivos de La Polar decidieron retirarse del mercado colombiano a comienzos del 2014, luego de sumar seis filiales en ciudades como Medellín, Bogotá, Bucaramanga y Yopal.

Ripley en Medellín tiene un área de 9.000 metros cuadrados distribuidos en 5 pisos con áreas de telefonía, audio, video, belleza, accesorios, mujer, relojería, óptica, calzado, lencería, hombre, infantil, cuidado personal, decoración, hogar y juguetería, entre otros.

Desde Chile el gerente general subrogante de Ripley Corp., Sergio Hidalgo Herazo, en un reporte a la Superintendencia de Valores y Seguros de ese país, informa que la cadena de tiendas por departamento que opera seis locales: dos en Bogotá, y el resto en Bucaramanga, Neiva, Villavicencio y Medellín, y que dejará Colombia en 90 días.

La totalidad de la cartera financiera será vendida a Banco Popular de Colombia, operación que está sujeta a la aprobación de las autoridades en el país.

Al explicar las razones de su retiro del mercado colombiano, señaló que pese a que puso en marcha varias iniciativas para hacer competitivas las tiendas y alcanzar las metas, "no se dieron las oportunidades para materializar el plan de negocios originalmente previsto".

"Adicionalmente, el escenario macroeconómico de Colombia sufrió cambios que no eran previsibles en la época en que se decidió invertir en ese país. De este modo, no se produjeron los resultados esperados ni los niveles de participación de mercado necesarios para garantizar la sostenibilidad de la operación en el mismo", agregó.

El empresario informa que cumplirá en Colombia "todos sus contratos y compromisos legales, tanto con proveedores como con las personas que son parte de la operación" e indicó que el proceso de cierre se realizará de manera paulatina durante los próximos 90 días.

La misma empresa, que también tiene operaciones en Perú, explicó que los costos asociados al cierre de las operaciones se reflejarán en la contabilidad de los estados financieros consolidados al 31 de diciembre de 2015, mediante un cargo de 92 millones de dólares.

También la reclasificación a resultados de la diferencia de cambio generada en las inversiones en Colombia por 21 millones de dólares, añadió.

Ripley, controlada por la familia Calderón, indicó que espera que la decisión le genere un ingreso de 18 millones de dólares y afirmó que en adelante se dedicará a fortalecer y consolidar su presencia en los mercados de Chile y Perú.

Fuentes del sector dijeron que la empresa estaba evaluando desde el año pasado la solvencia de sus operaciones en Colombia. Ripley de Colombia, Perú y Chile son un caso que revela, entre otros, la inestabilidad que provoca la crisis global.

La prensa de Bogotá detalla cifras negativas de las tiendas Ripley, La Polar y Casa & Ideas, que obligaron dejar Colombia y que son decisiones que explican las causas de la crisis internacional vigente y que se profundiza en diferentes cadenas comerciales de América del Sur.

La cadena chilena Ripley de Colombia venderá los activos de la compañía de financiamiento al no obtener los resultados esperados en el mercado y arrastra a otras que tampoco pueden competir con los productos del Asia.

Para la compañía, a pesar de los múltiples esfuerzos corporativos por mantener sus tiendas, el escenario macroeconómico de Colombia sufrió cambios que no eran previsibles en la época en que se decidió invertir en el país.

“Se pusieron en marcha múltiples iniciativas para hacer competitivas las tiendas y alcanzar las metas propuestas, pero no se dieron las oportunidades para materializar el plan de negocios originalmente previsto”, afirmó la compañía.
Tras conocerse la decisión, las acciones de Ripley escalaban un 3,09%, a 287,50 pesos a media jornada en la Bolsa de Santiago.

EL COMERCIO MINORISTA
La incursión de cadenas chilenas de comercio minorista en Colombia ha sido agridulce. Falabella, a través de Sodimac Colombia (operador de los Homecenter) y la cadena de almacenes por departamentos que lleva su propio nombre, es líder. Jumbo y Easy (del Grupo Cencosud) participan, en los negocios de supermercados y ferreterías.

Chile, o los empresarios chilenos se equivocan invirtiendo en negocios que buscan altos rendimientos en una población donde la desigualdad de ingresos es alarmante y la más inequitativa. El crecimiento de la economía peruana no es desarrollo. La mano invisible del mercado ya se percibe y se siente en la piel del consumidor desempleado o con salarios de hambre, con presencia masiva del narcotráfico, la profunda corrupción del Estado, cuyas elecciones generales se realizarán el 10 de abril próximo y en cuyo proceso tampoco la Izquierda y grupos de avanzada logran la necesaria Unidad.

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Romper la brecha salarial por razón de género


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Betty Ajio fabrica cacerolas de metal en Kisenyi, un barrio pobre del centro de Kampala en Uganda. © Stephan Gladieu/Banco Mundial.
Pocas mujeres trabajan en industrias dominada por hombres en África, e incluso en el globo terrenal.
Mujeres que trabajan en sectores tradicionalmente masculinos ganan, en promedio, tanto como sus pares varones, y tres veces más que las mujeres que trabajan en los sectores femeninos.
Estas mujeres tienen 3,5 veces más probabilidades de haber sido introducidas en su trabajo por un miembro masculino de la familia, y un 80 % más probabilidades de haber contado con un modelo masculino que otras mujeres.
Betty Ajio se ha ganado la vida durante los últimos 23 años realizando un trabajo que a la mayoría de las mujeres no se les ocurriría hacer.
A sus 43 años de edad, ella fabrica entre 120 y 230 cacerolas de metal al día en Kisenyi, un barrio pobre del centro de Kampala en Uganda.
Ajio y sus cuatro empleados varones trabajan en condiciones en que el calor es sofocante. Ellos palean barro y vierten metal fundido para hacer las ollas. Ajio admite que el trabajo puede ser agotador, pero que no lo cambiaría por uno más fácil.
“Prefiero hacer esto, porque creo que puedo ganar más dinero que vendiendo ropa u hortalizas”, cuenta.
Como mujer en una industria dominada por los hombres, Ajio constituye un caso bastante raro en África, e incluso a nivel mundial.
El 6 % de las mujeres empresarias de Kampala trabajan, como Ajio, en un sector típicamente masculino, según un estudio en que participaron 735 empresarios de la ciudad.
Estas mujeres ganan, en promedio, tanto como sus pares varones, y tres veces más que las mujeres que trabajan en los sectores tradicionalmente femeninos, de acuerdo al documento de trabajo “Breaking the Metal Ceiling: Female Entrepreneurs Who Succeed in a Male-Dominated World“ (Romper la barrera de metal: Mujeres empresarias que tienen éxito en un mundo dominado por los hombres) (PDF, en inglés).
Las mujeres de todo el mundo tienden a estar agrupadas en industrias que obtienen menores ganancias que los sectores donde predominan los hombres, según el Informe sobre el desarrollo mundial 2012 del Banco Mundial, dedicado al tema de la igualdad de género y el desarrollo.
“La segregación en los puestos de trabajo por razón de género es algo que se ve en todos los países del mundo”, desde Suecia hasta Bangladesh, señala Markus Goldstein, uno de los autores del mencionado informe y economista principal del Laboratorio de innovación en cuestiones de género para África (i) del Banco Mundial. “No es algo que desaparece de manera automática con el crecimiento económico”.
La segregación por motivo de género en la fuerza laboral es un “gran componente de la brecha en materia de ingresos entre los hombres y las mujeres”, añade. “Esto es bien sabido y los cambios en el tiempo están bien documentados. La cuestión es cómo solucionarlo”.
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" La segregación en los puestos de trabajo por razón de género es algo que se ve en todos los países del mundo. No es algo que desaparece de manera automática con el crecimiento económico. "
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Markus Goldstein

Economista principal del Laboratorio de innovación en cuestiones de género para África
Goldstein trabajaba en un proyecto sobre emprendedores en Kampala cuando notó una tendencia en los resultados que hizo surgir las siguientes preguntas: ¿Qué lleva a algunas mujeres a aventurarse en las industrias principalmente masculinas? ¿Hay algo diferente en ellas?
En el estudio “Romper la barrera de metal” —que podría transformarse en la primera investigación de este tipo— se trató de averiguar y responder tales interrogantes.
Se analizaron datos recopilados en 2011 para determinar si la pequeña cantidad de mujeres en las industrias dominadas por los hombres tenía habilidades o características especiales.
Goldstein dice que esperaba que las mujeres fueran “superempresarias. Pensé que se relacionaba con la capacidad empresarial. Pero resultó que no era eso”, relata.
“No parecía ser el caso de que se tratara de tener habilidades muy superiores al promedio en cualquiera de las dimensiones que podíamos medir”.
En cambio, los factores más importantes que influían en las mujeres eran el apoyo de sus familias y los consejos de un mentor, en particular de una figura masculina.
Las mujeres, apodadas “crossovers” (que cruzan las fronteras de género) por los investigadores, tenían 3,5 veces más probabilidades de haber sido introducidas en su trabajo por un miembro masculino de la familia, y un 80 % más probabilidades de haber contado con un modelo masculino que otras mujeres.
“También eran mucho más propensas a haber sido expuestas al sector cuando eran relativamente jóvenes, con el apoyo de alguien de confianza, por lo general un varón, que las ayudaba”, dice Francisco Campos, coautor del estudio “Romper la barrera de metal”.
El estudio se realizó también en Etiopía en 2014 y 2015 para verificar si los resultados eran los mismos y acumular más pruebas en la región. Esta investigación mostró que el marido de una mujer parece desempeñar un papel importante en la incorporación de esta en un sector dominado por los hombres, dice Niklas Buehren, economista del Laboratorio de innovación. Los esposos proporcionan financiamiento y también muestran a las mujeres los tipos de habilidades que necesitan, y a menudo la pareja crea de manera conjunta una empresa e ingresan “juntos en ese sector”, agrega.
Sin embargo, con frecuencia, las mujeres “crossovers” son solteras, es decir no se han casado nunca, o son viudas o divorciadas.
Y, curiosamente, ellas tenían un 93 % menos probabilidades de haber recibido la influencia de un maestro, según el estudio de Uganda, tal vez porque las escuelas tienden a reforzar las profesiones tradicionales para las mujeres, dice Goldstein.
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Christine Lamum (derecha) toma un descanso de su trabajo en el que se encarga de una de las muchas calderas en Kisenyi, en las cuales se transforman partes de automóviles en metal líquido para fabricar las ollas. © Stephan Gladieu / Banco Mundial

“Los maestros son quienes realmente refuerzan las normas de género en Uganda”, asegura. “Si los maestros tienen influencia en la elección de una profesión, las mujeres entonces trabajarán como peluquera o proveedora de comida”.
Otro factor parece ser la falta de información sobre cuánto ganan las personas.
En Uganda, “más del 75 % de las mujeres de los sectores tradicionales que ganan menos no saben que sus ingresos, en promedio, son más bajos que los de las mujeres ‘crossovers’. Así que hay un vacío de información en general”, señala Ana Maria Munoz Boudet, otra coautora del estudio.
Las mujeres de Etiopía “no parecían saber que la elección del sector es importante en materia de ingresos”, dice Buehren. “Es una información difícil de conseguir, y no hay datos”.
En medio del ajetreo de la producción en Kisenyi, Ajio explica que su padre la introdujo en el oficio. Él se estaba retirando del negocio cuando se dio cuenta de que ella podía ocupar su lugar y vivir bien. La alentó a reemplazarlo y arregló que un amigo la capacitara, cuenta.
Hoy en día mantiene a sus siete hijos y dos hijos de sus hermanos. Ella anima a otras mujeres a hacer el mismo tipo de trabajo, y dice que varias ya han venido.
A pocos pasos del taller de Ajio, Christine Lamum, de 46 años, describe lo que hace en su “jua kalii” (un pequeño negocio informal). Ella se encarga de una de las muchas calderas en Kisenyi, en las cuales se transforman partes de automóviles en metal líquido para fabricar las ollas. Lamum solía vender hortalizas en Gulu, un distrito en el norte de Uganda, pero cambió de ocupación en 2002, después de trasladarse a Kampala en búsqueda de trabajo. Vio a los hombres que trabajaban en el barrio y se les unió, y relata que ahora tiene suficiente dinero para enviar a sus ocho hijos a un internado.
Agrega que les dice a otras mujeres que podrían tener una vida más fácil haciendo lo que ella realiza. “No deberían descartar este tipo de empleo porque quizás es el trabajo de un hombre. Todo es posible. Los hombres y las mujeres pueden ser iguales”.
Teniendo en cuenta las conclusiones de los estudios, Campos plantea que el siguiente paso debe ser un proyecto piloto que proporcione información a las mujeres sobre las oportunidades en áreas no tradicionales, junto con programas de capacitación y tutoría.
Los países en desarrollo deben tratar de facilitar el camino para que las mujeres se incorporen a industrias dominadas por los hombres, señala Goldstein.
“Si nos importa el crecimiento económico, entonces esta parece ser una manera mucho mejor de dar acceso a las personas a los puestos de trabajo más adecuados para ellas, lo que haría crecer las economías. También esto permitiría que esas personas sean más felices, porque no se están desechando ciertas profesiones para ellas. Existen más opciones para que las personas puedan encontrar algo que las haga felices, y también se abordaría la desigualdad en los ingresos por razón de género, y así lograr una mayor igualdad”.
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