Lima se ha convertido en un observatorio de la globalización, que trata de encontrar un punto intermedio en el cual el libre mercado camine de la mano de un Estado sólido y eficiente para superar la pobreza y las desigualdades.
El Perú, con su extraordinario crecimiento y los avances en la lucha contra la exclusión, es también una especie de atalaya en América Latina.
En un ambiente de optimismo, decenas de científicos suscribieron, semanas atrás, los pasos de integración después de analizar la economía y la política regional, hemisférica y mundial en una época de cambios y tendencias en tiempos de crisis.
El Centro Peruano de Estudios Internacionales (Cepei), adscrito a la Universidad del Pacífico, que este año celebra bodas de oro formando empresarios, pidió serenidad y prudencia por el manifiesto optimismo, porque el camino aún es largo y las dificultades son imprevisibles si la crisis del norte continúa por mucho tiempo, o se expande.
En palabras del ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, la economía nacional en la última década ha triplicado su Producto Bruto Interno (PBI).
Asimismo, las exportaciones se han multiplicado siete veces y diez las inversiones.
La pobreza ha decrecido de 50% a 38%, hay una clase media que se ensancha y está accediendo a una mejor calidad de vida.
Según Javier Bonilla, del Consejo Uruguayo de Relaciones Internacionales (CURI), la clase media uruguaya irrumpe con características que aún no se definen, pero será distinta a la de su país de los años 30 o la de Costa Rica del 50, para solo referirse a dos realidades.
En el Perú, dicho sector social está configurada, en gran medida, por la mayoría de migrantes de los Andes y otras regiones del país.
La paciente inversión familiar en la educación, inversión pública y privada transnacional, medianos y pequeños negocios y una intensa economía informal, sustentan la ruta aún frágil y embrionaria de la industrialización, limitada por la economía primaria exportadora.
El optimismo postula por aumentar la productividad y la competitividad. Emprender la postergada reforma del Estado.
Un shock de gerencia técnica, apuntalando la alianza Asia Pacífico. Ampliar Unasur.
Este propósito implica pasar de la retórica a la práctica.
Mantener el viejo anhelo de la paz y asegurar la continuidad en las relaciones internacionales.
La crítica al modelo viene ahora del lado positivo.
Se acabaron las dictaduras militares. Las nuevas exigencias inciden en cómo mejorar la democracia.
El diplomático Hugo Palma Valderrama, presidente del Cepei, dice: “En América Latina siempre se ha querido crear institucionalidad”. Consideramos que ha llegado la hora.
Por Jorge Zavaleta Alegre – Periodista